El salmorejo, al igual que el rabo de toro o el flamenquín, es una de las señas de identidad de la gastronomía cordobesa. No se trata solo de un plato que disfrutan los turistas cuando deciden conocer las propuestas culinarias de la ciudad sino que, desde hace decenas de años, es un plato que se prepara en todas las casas a nivel particular. Su sencillez a la hora de elaborarlo (por los pocos ingredientes que requiere) y su sabor indiscutible son algunos de los motivos de su éxito. Pero también lo es su tradición. Conozcamos más sobre su origen.
En sus inicios, se cree que el salmorejo comenzó a elaborarse como una salsa, que resultaba de la mezcla de pan duro remojado en agua, ajo y vinagre, en época romana. Un poco más adelante, cuando los musulmanes se establecieron en la península, empezaron a cocinar una salsa parecida a la de los romanos, pero añadiendo una novedad, el aceite. Podríamos decir que así surgió lo que hoy conocemos como mazamorra.
El tomate no llegó a España hasta el descubrimiento de América, por lo que fue a partir de entonces cuando a esta inicial salsa o mazamorra se le empezó a añadir esta fruta proveniente del nuevo continente descubierto. Y, así, nació el salmorejo que conocemos en la actualidad.
Con el paso del tiempo el salmorejo ha evolucionado hasta crear multitud de variedades. Hoy en día podemos encontrar salmorejo de remolacha, de aguacate o de manzana verde, entre otros muchos sabores. Sin embargo la receta original, elaborada a base de tomates, pan, aceite, ajo y sal, es la que más triunfa en nuestra tierra.
¿Se te ha abierto el apetito leyendo este artículo? Te esperamos en Restaurante Casa Antonio con un salmorejo bien fresquito. ¡Y a disfrutar!