Comer es un hábito social y lo que se come viene derivado de la identidad de cada individuo y sus relaciones, porque al fin y al cabo resulta ser un vehículo de comunicación y socialización. Compartir una comida nos lleva a tomar conciencia de un sentido de pertenencia a un grupo de amigos, una familia, una clase social… y nos empuja a un estilo de alimentación concreto.
Si hacemos memoria y recordamos cómo hemos llevado a cabo nuestras últimas celebraciones probablemente descubramos que se basaron en una reunión para comer o cenar. Lo que comemos cenamos o tomamos se convierte en un lazo, un punto de unión y conexión con nuestro entorno y aquellos que nos importan. Pero hemos de ser conscientes de que dependiendo de con quién nos reunimos cambia radicalmente lo que comemos. Así pues, lo primero que debemos tener en cuenta es que debemos procurar no dejarnos llevar por atracones y seamos capaces de moderar la ingesta comiendo de manera consciente y cuidando la salud. Pero sepamos algo más de la psicología de la comida y dispongámonos a acertar con nuestras invitaciones. No son datos absolutos, hay que tomarlos como lo que significan: tendencias establecidas por estudios psicológicos.
Los alimentos inciden directamente en nuestra vida y personalidad. Hay algunos que nos ayudan a dormir mejor, a reducir el colesterol, refuerzan el cabello, cuidan de nuestra piel… y otros todo lo contrario. Igualmente nos influye la zona y las condiciones climatológicas de nuestro hábitat. No se alimenta igual un habitante de Alaska que uno del trópico.
Si hemos quedado con una persona o grupo inclinados hacia las nuevas aventuras y experiencias será ideal quedar con ellos en un establecimiento de comida exótica o picante. Descubriremos juntos nuevos sabores y olores que nos unirán aún más. Otros perfiles identificados a través de la comida aseguran que los que comen mucha carne tienden a la codicia, los celos y la ira, y son más fuertes y temperamentales, mientras que los vegetarianos o veganos, son más pausados y pacifistas. Seguro que identificamos a alguien en esos perfiles. Pero son solo eso: aproximaciones.
Si vas a reunirte con personas que aman lo dulce debes saber que se apunta que buscan cariño y ternura, mientras que los que prefieren salados son más intelectuales, y los que consumen mucha fruta son más amables, relajados y abiertos. Los estudios señalan que los que se mueren por la pizza suelen ser… ¡vagos! y que los amantes del sushi y la comida japonesa resultan más astutos y reservados.
Lo cierto es que, realidad o ficción en estas conclusiones, parece demostrado que, si comemos compulsivamente o lo hacemos lentamente, ello tiene que ver con la forma en que realmente nos tomamos la vida.